Qué queda de Steve Jobs en la Apple de hoy?


Durante 14 intensos años mantuvo un férreo liderazgo sobre una empresa que, en teoría, había sido fundada en un garaje. Pero un cáncer del que fue operado primero (2004) y un trasplante de hígado después (2009), su figura se iba consumiendo rápidamente hasta llegar a un día, a finales de agosto, que tuvo que ceder el testigo a su amigo, hasta entonces director de operaciones, Tim Cook. Semanas después se anunciaba una noticia que provocó lágrimas en los seguidores de una empresa tan venerada como un dios. Era un 5 de octubre de 2011 cuando se confirmó el fatal desenlace. Steve Jobs, el alma de Apple, moría a los 56 años dejando tras de sí un inmenso legado.

Dejó huérfanos a sus fanáticos clientes. ¿Qué sería de la compañía sin su mayor motor de creación? Hasta entonces, se le reconocía de Jobs, que hizo de las presentaciones de producto un arte, el haber presentado durante treinta años una serie de productos que transformaron industrias al completo. Qué decir del Apple II, máquina que utilizaba a la placa base de su simbiosis Steve Wozniak convirtiéndolo de un plumazo en el primer ordenador personal dirigido únicamente a los aficionados a la electrónica. Y llegaron los Macintosh, que impulsó la revolución de los ordenadores personales y popularizó las interfaces gráficas; y el asombroso logro de la animación digital.

Qué decir de la creación de tiendas propias que permitieron definir una marca hasta llevarla a límites insospechados. O la llegada de un aparatito, el iPod, y la tienda digital iTunes aparejada, que contribuyeron a generar la actual forma en que los ciudadanos consumen contenidos audiovisuales. ¿El iPhone? Eso es ya forma parte de la Historia. Supuso un punto de inflexión en la telefonía móvil, mientras que el iPad -que entonces se habló de un iPhone grande-, inauguró el mercado de las tabletas informáticas. Todos aquellos avances fueron su gran legado. Pero fue parte de un todo, la propia compañía, que Jobs consideraba su mayor creación, «un lugar donde se fomentaba, se aplicaba y se ejecutaba la imaginación de formas tan creativas que llegó a ser la compañía más valiosa del mundo», escribe el periodista Walter Isaacsonen la biografía del magnate californiano.

Todo cambió. Para algunos detractores, a peor, a una pérdida de identidad y una ausencia notable de creatividad. Para otros, su sucesor, Tim Cook, un hombre calmado y firme, que había sido contratado por el propio Jobs en 1998, ha logrado aupar a la compañía a los más altos ratios económicos, llevándola a ser la empresa con mayor capitalización bursátil de todos los tiempos. Que se dice pronto. Pero, ¿qué queda en la Apple actual del alma de Jobs? En estos cinco años se han renovado sus productos, irrumpiendo, además, en el emergente sector de la tecnología vestible. El Apple Watch, aparato del que se rumoreó antes siquiera de la llegada de otros rivales, ya es el reloj inteligente más vendido del mundo y ha supuesto el debut de una nueva categoría tras la muerte del fundador de la compañía.

Se dice que el propio Jobs dejó, antes de morir, un listado de inventos ya diseñados que servirían para su posterior desarrollo. Se habla, incluso, que los dos primeros iPhone que se presentaron después él puso su granito de arena. Los que le conocieron decían de él que tenía una personalidad intensa. Que tenía una gran capacidad de concentración, aunque en su interior se despertaban sentimientos algo más bruscos y reacciones a veces hirientes. Era capaz de fijar prioridades y distanciarse de las distracciones gracias, en parte, a la aplicación de una filosofía zen que llevó hasta los extremos.

En estos cinco años en lo que ha estado al frente Tim Cook, Apple ha acelerado el desembarco en otros países como China, uno de sus principales motores de crecimiento. Ha renovado al completo las diferentes familias de productos, introduciendo algunos modelos nuevos como el iMac o el Mac Pro, aunque en los últimos trimestres ha demostrado su excesiva dependencia de su producto estrella, el iPhone, atando así su futuro al de la propia compañía. Ha doblado su apuesta en la telefonía móvil inteligente con una versión de mayor tamaño y que, al igual que con el lector de huellas dactilares, se ha convertido en un estándar en el sector.

Pero, con todo, uno de los mayores mantras de Apple, el gusto por el diseño y la eficiencia, ha generado varias dudas entre sus detractores. Fallos registrados en sucesivas actualizaciones del sistema operativo iOS, el recordado caso «bendgate» que provocaba que los iPhone 6 Plus se doblaran si se ejercía una cierta presión, o la aparición, por primera vez, de código malicioso en la tienda de aplicaciones App Store a pesar de aplicar los más restrictivos filtros de publicación. Uno de los mayores golpes fue la aplicación Mapas, que debutó con mal pie por culpa de problemas técnicos (ya resueltos).


En cualquier caso, la Apple actual es mucho más metódica, más cuadricular, más productiva y más pragmática. Dos estilos distintos son los que diferencian a Jobs y a Cook. De éste último se dice que es un adicto al trabajo, que protege celosamente su intimidad -solo se le recuerda haber reconocido públicamente su orientación homosexual-, más reflexivo. Bajo su batuta, ha retorcido algunas de las más singulares propuestas de la compañía, como el sistema operativo iOS, algo menos cerrado, con iniciativas de cara a conquistar a usuarios de otros ecosistemas como Android, ha coincidido con la venta mil millones de iPhone, ha puesto el foco en otras áreas como el hogar inteligente, la multiplataforma, servicios de salud y en la Inteligencia Artificial como nuevas apuestas de cara a mantener el liderazgo en los próximos años. Y quién sabe si, finalmente, echará a rodar ese esperado Titán, nombre con el que se conoce a su posible proyecto de coche inteligente.

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